jueves, 11 de noviembre de 2010

Historia – Dos fotos del Che


Ojos bien abiertos
Por Lautaro González

Dos imágenes, dos escenas diferentes que marcan una época. La primera, el “Guerrillero heroico” tomada por Korda en La Habana, la segunda, el Che en La Higuera, Bolivia, muerto a manos de los militares que lo ejecutaron en octubre de 1967. La foto capturada por el reportero predomina hasta nuestros días, aunque en ambos retratos el Che habla con su mirada al resto de Latinoamérica y el mundo.

La boina de comandante con la estrella de cinco puntas no es un elemento más en la mirada firme de Ernesto Guevara de la Serna, el Che, lo inmortaliza. No necesita sus manos para hacer de visera y así observar la multitud reunida en los funerales de los obreros que el día anterior
[1] habían sido asesinados a manos de la CIA. Es el 5 de marzo de 1960 y el Che con esta imagen pasa a la inmortalidad por primera vez.
Es la foto que personifica al horizonte: el inmenso y alegre “momento cubano” en Latinoamérica se esparce por todas las latitudes. La mirada va más allá: son miles de batallas a cuestas y otras tantas peleas que van a venir, y tal vez hasta su propia muerte. Una muerte que despertará y agitará las almas, como en eterno retorno, como mito fantasma en clave rebelde y si, finalmente, para recorrer el mundo.
El Instituto de Arte de Maryland (EEUU) denominó la imagen como "la más famosa fotografía e icono gráfico del mundo en el siglo XX". El fotógrafo del diario “Revolución”, Alberto Díaz Gutiérrez
[2], Korda, que cubría el acto donde participaba Guevara, recuerda: “estaba a unos ocho o diez metros de la tribuna donde hablaba Fidel y tenía una cámara de lente semi-telefoto cuando me percato que el Che se acerca a la baranda, donde estaban Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir. El Che se había mantenido en un segundo plano. Se acerca a mirar el río de gente. Lo tengo en el objetivo, tiro uno y luego otro negativo, y en ese momento el Che se retira. Todo ocurrió en medio minuto.” Un paneo de izquierda a derecha con su vieja cámara Leica, provista de un lente de 90 milímetros, hizo el milagro. Luego escucharía a Fidel gritar con toda la furia: “Patria o Muerte”.
Una vez revelada la foto en su estudio, Korda supo que había logrado una buena foto del Che. “La tarde opaca, invernal, hizo que la imagen no sea súper nítida, que parezca envuelta en una aureola, que algunos crean verla como una nube en el ambiente: la cabeza solitaria del Che se difumina en una luz pareja y suave. No hubo ninguna elaboración intelectual en eso. La luz solar, escasa, y el desgaste del lente imprimieron al retrato su atmósfera.” Con su obra maestra, que tituló “Guerrillero Heroico”, Korda fue a la redacción del periódico “Revolución” para que la publicaran, pero los directivos se negaron. Pasaron siete años para que la foto alcanzara su verdadera dimensión.

Más que un rostro en las remeras del pueblo

No existe indicio alguno de que el Che haya visto la foto de Korda. Al momento de su publicación Guevara se encontraba en pleno monte boliviano, azotado por el asma, plagado de problemas logísticos, sin apoyo del Partido Comunista local y aislado de las masas campesinas que se rehusaban a unirse a las filas por la liberación de Bolivia.
En el verano del ´67 el editor italiano Giangiacomo Feltrinelli llegó al estudio de Korda enviado por Haydée Santamaría, presidenta de la Casa de las Américas en aquel momento. Feltrinelli buscaba unas fotos del Che y Korda le obsequió dos copias de la tomada en 1960. “En octubre muere el Che y Feltrinelli imprime mi foto en un cartel. Se dice que vendió un millón de ejemplares en seis meses”, señala el propio Korda en innumerables entrevistas. El resto, es historia conocida. Según las propias palabras del fotógrafo, nunca cobró un centavo ni por la foto ni por sus derechos.
Si bien la imagen no fue inicialmente apreciada y ni siquiera acompañó al reportaje que publicó “Revolución” al día siguiente sobre el sabotaje de “La Coubre" y el funeral multitudinario, Korda la amplió y colgó en su estudio, junto con un retrato del poeta chileno Pablo Neruda e imágenes familiares. No se publicó oficialmente hasta el 15 de abril de 1961, cuando la misma ilustraba una nota de prensa que anunciaba una conferencia del Che como Ministro de Industrias. “Muchas veces me han preguntado si el Che conocía mi foto; que me conste a mí, no”, explicó Korda.
La foto empezó a conocerse y difundirse tras la muerte del Che en las montañas bolivianas, cuando el propio Fidel Castro buscó una imagen suya para un cartel de un metro por setenta centímetros que se presentó en 1967 en Italia.
Con el transcurrir del tiempo, una vez que el capitalismo también se adueñara de la imagen, Korda, tuvo que demandar en el 2000 a la productora de vodka Smirnoff, que la utilizó para una campaña publicitaria. El fotógrafo que tenía entonces 72 años ganó el pleito por 60 mil dólares y lo donó para que el gobierno cubano adquiera medicamentos para niños. Por ese entonces el fotógrafo declaró: “Como seguidor de los ideales por los que murió el Che no estoy en contra de la reproducción masiva que su imagen ha tenido porque eso significa extender su memoria y la causa de justicia social por todo el mundo, pero sí estoy sumamente en contra del uso de la imagen del Che para promocionar productos que menoscaben su reputación”. “Guerrillero Heroico”, es, a consideración de los críticos, uno de los diez mejores retratos fotográficos de todos los tiempos y constituye la más reproducida de la historia de la fotografía en el mundo.

De Cuba a Bolivia y viceversa: la ruta del Hombre Nuevo

La ruta del Che es el término que se utiliza para referirse al camino seguido por Ernesto Guevara y sus hombres en la zona de Ñancahuazú, en Bolivia, durante 1966 y 1967, y que terminó con su ejecución en La Higuera el 9 de octubre de 1967, y la posterior exposición de su cuerpo y entierro clandestino en Vallegrande.
Guevara, uno de los ideólogos y comandantes que lideraron la Revolución Cubana (1953-1959), participó en la organización del Estado cubano hasta 1965. Convencido de la necesidad de extender la lucha armada en América Latina, impulsó la instalación de focos guerrilleros en varios países. Por eso entre 1965 y 1967, él mismo combatió en el Congo y Bolivia. Fue en este país donde a manos de una emboscada por el ejército boliviano, fue detenido el 8 de octubre de 1967. Al día siguiente fue ejecutado a sangre fría por instrucciones de Washington. Cuando se confirmaron estas noticias, el 18 de octubre se convocó a una velada solemne en memoria del Che, en la Plaza de la Revolución de La Habana, a la cual asistieron casi un millón de personas. Luego en julio de 1997, a 30 años del asesinato del Che, sus restos y parte de los compañeros muertos junto a él en Bolivia, fueron llevados a Cuba y depositados en un memorial erigido para ese propósito en la ciudad de Santa Clara.
La CIA a principios de 1965 comenzó a oír rumores sobre el plan del Che de exportar la revolución castrista. Inmediatamente, los oficiales de la CIA se pusieron tras la pista del revolucionario. Del Congo y luego de varios meses de recuperación física y mental, el Che pasó a Bolivia, donde apenas estuvo 12 meses. Los últimos cuatro estuvo cercado por las garras de un batallón de Rangers del ejército boliviano, entrenados por los Boinas Verdes de EEUU y asesorados por exiliados cubanos que trabajaban para la CIA.
Bajo las órdenes del dictador militar de Bolivia, René Barrientos el Che fue ejecutado en una escuela de ladrillos de barro en el pueblo de La Higuera. Luego la historia conocida: el cadáver fue llevado el 9 de octubre a una granja cercana en Vallegrande, donde los Rangers que lo persiguieron habían establecido una base cerca de un aeródromo. El cuerpo fue exhibido a campesinos y periodistas durante las próximas 24 horas, en una camilla colocada sobre un mostrador de cemento en la lavandería del hospital de Nuestra Señora de Malta. Después los restos desaparecieron durante 30 años.
Gary Prado, el capitán que mandaba la compañía de Rangers que capturó al Che, y que posteriormente llegó a general, insistió durante años en que el cuerpo había sido cremado y las cenizas aventadas. Otros murmuraban que había sido tirado desde un helicóptero en lo profundo de la selva. Lo cierto fue que al momento de la captura en la Quebrada del Yuro, el Che, herido en una pierna, esperaba su final.

Milagros y maldiciones del Che en su segunda inmortalidad

Hace 43 años, el mito del guerrillero se acrecienta parejo a la inquietante maldición que parece pesar contra quienes lo ultrajaron. Es que la leyenda incluye una vertiente religiosa que atribuye a “San Ernesto de La Higuera”, como le llama la población de la región donde llevó la guerrilla, diversos milagros menores como ayudar a que no falte comida o a encontrar ganado.
Una racha de muertes violentas o accidentes ocurrieron a los personajes vinculados con la captura y muerte de Guevara. La llamada “maldición del Che” se inició con una sequía que asoló La Higuera y que fue atribuida por pobladores a un conjuro lanzado por el guerrillero. El general René Barrientos Ortuño, ex dictador boliviano que ordenó la ejecución de Guevara, supuestamente por instrucciones de la CIA estadounidense, murió quemado en un oscuro accidente de helicóptero en 1969.
El comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de esa época, general Alfredo Ovando, murió quince años más tarde aquejado de una enfermedad, pero tuvo que soportar antes la muerte de su hijo mayor en un accidente de aviación.
En 1968 dos pistoleros asesinaron al general Joaquín Zenteno, comandante de la unidad Rangers que capturó al Che, en una calle de París. Y tres años más tarde el jefe de inteligencia Roberto Quintanilla fue abatido en su despacho del consulado en Hamburgo por la boliviana Mónica Ertl.
Además el comandante de la patrulla que capturó al Che, capitán Gary Prado, fue herido en 1981 por un disparo casual que lo postró de por vida en una silla de ruedas. La maldición del Che alcanzó también Antonio Arguedas -quien envió a Fidel Castro las manos mutiladas y el diario del Che Guevara en 1967-, que murió en el 2000 al estallar en su cuerpo una bomba de alto poder.
Es el 10 de octubre de 1967 y una fotografía da la vuelta al mundo: Guevara recostado boca arriba, rodeado por militares y periodistas yace sobre una pileta de cemento, muerto. La imagen tomada por el fotógrafo boliviano Freddy Alborta, da cuenta de la muerte del guerrillero argentino. Es el Che y los sueños truncos de una nueva patria liberada. Es el Che y junto con él, una teoría revolucionaria, la del foco guerrillero inspirada en la derrota norteamericana en Vietnam, la que cae en desgracia.
En la foto tomada por Alborta el Che también tiene los ojos abiertos como en la foto de Korda. No está parado, de frente, firme, luciendo sus convicciones. Ahora, su cabeza reposa más bien como un herido resignado a aceptar la derrota. Sin embargo hay algo en su mirada que no es la de cualquier muerto. Tiene los ojos abiertos y la mirada puesta otra vez en el horizonte. Como un muerto que no para de nacer.



[1] A las 13.10 del 4 de marzo de 1960, una terrible explosión sacudió a La Habana. Había estallado el buque francés La Coubre, procedente de Bélgica, que descargaba armas destinadas a la defensa de la naciente revolución. Trece minutos después una segunda explosión ocasionó la muerte de un centenar de personas entre marinos europeos, obreros y soldados cubanos. El gobierno de EEUU presionaba a las autoridades belgas a fin de evitar los embarques de armas hacia la isla, y, desde enero de ese año, una fuerza de tarea de la CIA había desatado una guerra subterránea contra la Revolución Cubana
[2] Alberto Díaz Gutiérrez, Korda, nació en La Habana el 14 de septiembre de 1928 y falleció en París el 25 de mayo de 2001. Tenía 72 años. Justo un año antes le reconocieron internacionalmente por primera vez, los derechos de autor de su fotografía más famosa.


Publicado Revista 2010 octubre 2010 / www.revista2010.com.ar

Primer disco de Las Culebras


Una máquina de amor con un monstruo adentro
Por Lautaro González


Señoras y señores, ajusten sus cinturones porque van a entrar en el poderoso mundo de Las Culebras. Esta formación que destila rock pegadizo en todos sus temas merecía un disco debut donde se destaque todo el esplendor y glamour que los culebreros supieron conseguir en estos años.


La producción a cargo de Tsunami Discos cuanta con la voz filosa de Casiasesino al frente del mic. Las guitarras, siempre al frente, cortan al ras la atmósfera de cualquier sala de espera. La crudeza del bajo y los cortes de la bata marcan presencia y dan volumen a la banda.
El mundo de Las Culebras no exige virtuosismos, por eso los chicos se ocuparon en presentar un producto sumamente equilibrado entre las limitaciones del género y una producción artística impecable.
Basta diecinueve minutos y diez temas para romper los esquemas del rock platense acartonado y plastificado, que mira siempre hacia afuera sin preocuparse por el desarrollo local. Si de localías se trata, Las Culebras, que siempre tienen alguna fecha en Pura Vida (frente a la Facultad de Bellas Artes), manejan bien este punto y lo trasladan al disco de manera majestuosa.
Se destacan temas como “Campeones” que abre el set al son de “te llevé flores y no estabas, me dijeron que te habías muerto. Me acuerdo solo de tus dientes entonces te las dejo igual. No lo puedo controlar, porque no lo quiero controlar”. Sigue “Pampa Sosa Experience”, una canción bien punkrockera que da cuenta de las sensaciones que produce el caminar por la fría arena del mar. Podría ser en invierno también, pero el calor lo ponen los coros bien al estilo Beach Boys al igual que en “¿Donde vas mi amor?”, hecha a medida para las emociones adolescentes.
“Una máquina de amor con un monstruo adentro” es una producción que mantiene a rajatabla las aristas despiadadas del rock y va por más: hasta se animan a jugar con efectos en las voces en el quinto corte (AC/DC) e incorporan un charango en “La sangre en la camisa no parece”.
La frase “El peor error no sale en la televisión” aparece como primera declaración de guerra en “TV”, el sexto corte. La sensación provocada en “Policías garroneros”, particularmente con “Una ciudad se quema, una ciudad con fuego, eso que tanto te da terror”, sacude los parlantes. Bien podría ser la canción que abra el disco, por la fuerza demoledora de su contenido y los inicios del tema tal cual apertura de show.
Definitivamente con este disco Las Culebras se hacen un lugar en el under platense, si es que cabe alguna denominación, y continúan en la ardua tarea por agrandar el hueco que hicieron en la tierra. Ese lugar donde ocultan los cerebros que le roban a su público en cada presentación.