jueves, 28 de mayo de 2009

“Let The Dominoes Fall”, séptimo LP de RANCID


La Felicidad

Rancid ataca de nuevo La espera terminó. Tras padecer 6 años de silencio oficial, la banda californiana logra superarse otra vez. Si bien no deja sus raíces punkrockeras, el grupo evoluciona e incorpora nuevos ritmos con el tiempo y lo adapta elegantemente al género.

“Regresamos para hacer lo que mejor sabemos. Nos acercamos a cada elemento de este disco como un equipo y el resultado es mi favorito hasta el momento", arremete Tim Armstrong, primera voz, guitarrista y alma máter de Rancid. (www.epitaph.com)

Sin lugar a dudas la “banda de punk rock de todos los tiempos” como alguna vez fue calificada, ha logrado un disco excepcional. El último había sido Indestructible (2003), que le valió de las buenas críticas en Los Ángeles Times al declararla como "una de la más popular y duradera banda punk norteamericana”, mientras que la Rolling Stone los llamó "brutalmente exuberante".

Vientos, órganos y la lírica pegadiza de Armstrong, componen esta filosofía de la amistad que mantiene al grupo en plena vigencia. El aliento de buen ánimo ante las adversidades continúa con la esencia rockera sin perder esa dureza crítica que los caracteriza.

Estas nuevas 19 canciones fueron producidas por Epitaph Records y grabadas en el mítico “Skywalker Sound Studio” de George Lucas, y contó con la supervisión de Brett Gurewitz, guitarrista de Bad Religión.

En “Let The Dominoes Fall” asoma toda la frescura de la working class culture de Rancid. Además de Tim, Lars Frederiksen (segunda guitarra y voz), más el inigualable Matt Freeman (bajo/coros), le dan la bienvenida al baterista Branden Steineckert quien se incorpora oficialmente a la banda.

La pregunta sigue en el aire. ¿Será este nuevo disco el que los traiga por primera vez a la Argentina?. Ya veremos.

lunes, 11 de mayo de 2009

Medios de comunicación y realidad política con Orlando Barone


Detrás de las noticias
Por Lautaro González


Periodista, escritor, docente universitario. Barone es voz idónea para desmenuzar la actualidad mediática argentina en tiempos preelectorales. Su reciente salida de Continental y posterior llegada a Del Plata parece haber reforzado aún más su visión política de la realidad. “Trabajar en un medio oficialista es más libre que trabajar en un medio opositor”, dispara.

Orlando Barone participa junto a María Julia Oliván, Carla Czudnowsky, Cabito Masa Alcántara y Luciano Galande del programa “6,7, 8” que emite Canal 7 de lunes a viernes. En él se analizan los medios desde un espíritu crítico: esa capacidad para observar cuán miserable puede ser la televisión cuando se pone al servicio del establishment económico.
La irresponsabilidad de los medios de comunicación en Argentina parece no tener límites. Cualquier tema es excusa para transformarlo en elemento casi desestabilizador para la democracia. Los multimedios se han convertido en auténticas máquinas de mentir donde la frivolidad de vedettes y futbolistas se conjuga con los reclamos de seguridad y alianzas electoralistas de oposición.

- ¿Cómo ve el desarrollo del periodismo en la actualidad y qué diferencias hay con respecto a otras épocas?

- Hay que separar la época de la dictadura donde hubo una unanimidad totalitaria en el que el periodismo estaba sujeto a normas de temor y terror. Varias empresas junto a los grandes medios de comunicación se sometieron o aliaron, algunas hasta con cierta simpatía.
Una vez recuperada la democracia, el periodismo se sintió feliz. Una felicidad con los mismos medios que habían usufructuado la represión a su favor, con el mundial ´78 como su gran negocio. En los ´90 Internet cambió la estructura de los medios que empezaron a tener mayor concentración y criterio político.
Al principio el periodista no se dio cuenta de esto: fue como un pez en una pecera con una libertad ficticia y cuando quiso salir se chocó contra el vidrio. Eso lo sintió cuando los medios comenzaron a hacer negocios.
En Argentina, el periodista en general era progresista, peronista o radical, no de derechas. Hoy, estoy seguro que en varias redacciones encontrás periodistas de derecha, liberales que apoyan el libre mercado, economicistas, etc. Hoy trabajar en un medio acorde a tus principios es una utopía. El periodista para crecer, lucirse y ganar plata tiene que mostrarse de acuerdo con el medio, sino ante la primera sospecha de que piensa distinto, aunque sea el mejor del mundo, aparece relegado y nunca más asciende. No te echan, pero para destacarte tenés que coincidir. Ahí aparece la vulnerabilidad. El peor caso es el del movilero: una especie de infante de marina que lo mandan a morir. Es insalubre e injusto.

- Cierta frivolidad del periodismo acompañada de una macartización a los periodistas que acuerdan con el gobierno genera un cóctel explosivo. ¿Cómo ve esta situación?

- Los medios se dirigen a un target determinado de público, mayormente de clase media. Tanto La Nación como Clarín se dirigen a cierto sector que puede consumir. Esa frivolidad se vuelve demagogia: cuando se tiene un público cautivo el periodista lo que busca es ser querido, leído y tener éxito. Entonces actúa para ese colectivo humano. En el caso de la inseguridad por ejemplo, los medios instigan a ese colectivo para que pida seguridad por mano propia o lo que fuere. Es en esa comunión entre periodista y sociedad donde se refleja la búsqueda del éxito por parte del periodista, pero también la pérdida de conciencia acerca del modo de lograrlo.
Cualquier gobierno lo elige el pueblo por los votos, sea de derecha o de izquierda. Se supone que no es indigno si está elegido por el pueblo, pero para el discurso de los medios ser periodista oficialista es indigno. Ser oficialista del pueblo es indigno, pero ser oficialista del establishment, de la economía de mercado, de la oposición o del campo, no. Se supone que el periodismo tendría que oficiar como fiscal de lo que sucede en lo público no tanto en lo privado, aunque resulta que lo que gobierna sea lo privado. Lanata descubrió que hay un crimen detrás de lo público pero se olvidó que también existe crimen detrás de lo privado.

- ¿Qué recaudos deberían tomar los estudiantes de periodismo con la supuesta objetividad en las noticias?

- Lo primero que hay que aprender es a leer las noticias. Toda noticia tiene un hecho, una especulación sobre ese hecho. La selección de noticias implica una arbitrariedad del que las selecciona. Supongamos que hay 50.000 noticias por día en una redacción. De esas ves 300 y en un noticiero hay 34. Supongamos que hay 25, cuáles son y por qué coinciden todos los medios en esas 25 y se repiten de la mañana a la noche. El negocio es que la misma noticia la ven todos. Si cada medio tuviera una noticia de tapa diferente sería más heterogéneo o más democrático, pero no serviría para vender. No habría retroalimentación: los noticieros saben que de las 40 noticias coinciden en 25, las demás son las noticias chicas. El periodista tiene que lidiar con esto. El recurso que tiene es convertirse en un gran periodista, pero acá aparece una contradicción. Si para ascender hay que coincidir con la línea editorial del medio, terminás siendo un periodista entregado, como los columnistas de los grandes medios que coinciden con ellos. La otra es ser un periodista lateral, pero hay riesgo: te convertís en un outsider. Eduardo Aliverti, es un ejemplo de periodista lateral valioso, pero tiene sus recursos y el establishment lo premia con un Martín Fierro. Se hizo solo. Se escapó de los grandes medios, está en Página 12 y punto. Hablo de los mediáticos. Es muy difícil encontrar periodistas que disientan en los grandes medios. Yo fui una excepción en La Nación y en Continental.

- ¿Cómo terminó su relación con Víctor Hugo luego de su salida de Continental?

- Bien. El es un caballero y tampoco la disidencia ideológica tiene que terminar con las relaciones. Es evidente que a él yo le importaba en el programa y a mi me importaba trabajar con él. Es cierto que sentía que esa radio era abrumadoramente gorila y mentirosa. Cuando las radios se ponen en un lugar de oposición tan grande no es cómodo tener un mensaje así. El que se enfrenta a la autoridad con autoridad deja al otro acomplejado. Entonces te quedás aislado.
Lo que se llama “campo” remite al gorilismo de la época del ´50. Uno podría adjudicarle a Kirchner la culpa de esta reacción. Pero yo no culpo al disparador porque lo que se logra es sacar a la luz eso que se está incubando.

- ¿Cuál es su visión acerca del Proyecto de Ley de Servicios Audiovisuales que impulsa el gobierno?

- La ley, en caso de ser aprobada, va a dar valentía a los que no la tienen. El espíritu reside en abrir el espectro comunicacional de manera que puedan expresarse más sectores sociales de los que se expresan para terminar con esa concentración atroz que somete al periodista. La ley podría cambiar muchos de los defectos que tienen los medios y la vulnerabilidad de los periodistas. El periodista para llegar a consagrarse debe pasar muchas humillaciones, y esta ley podría hacer mucho por ellos, más allá de que veamos fútbol gratis. No es casual que los medios no traten este tema y cuando lo hacen, lo hacen de forma negativa. Las empresas periodísticas premian al mejor empleado del mes. Ese que es más alcahuete y sobreactúa los postulados de la empresa. Me cuesta asimilar que todos los periodistas que entran a un medio coincidan con él.

- ¿Cómo surge la idea de hacer “6, 7, 8”? Pareciera representar un aire fresco ante todo el arco mediático opositor.

- Fue todo obra de la productora (PPT) de los Gvirtz. Gente muy creativa. Se les ocurrió este programa y nosotros convergimos ahí. Han hecho la selección de los periodistas pensando en la combinación de todos los que integramos el programa. Eso fue lo que pasó. El programa a nosotros nos limpia. Trabajar en un medio oficialista es más libre que trabajar en un medio opositor.

- ¿Por qué algunos medios aparecen más fuertes como oposición al gobierno que la oposición política misma?

- Evidentemente han ganado una batalla de difusión. Al parecer vale más el crimen de Valentín Alsina que la Presidenta inaugure 14 escuelas en Tartagal. Es una carrera desigual. Dicen que el gobierno no sabe comunicar, pero el gobierno no puede comunicar los hechos policiales sino las obras, y las obras no le importan a nadie, porque los medios ganan plata con lo otro. Es una guerra perdida. Carta Abierta les dice destituyentes. El campo desató una idea destituyente de este gobierno. El problema cambiaría si este gobierno en vez de ser estatista sería más liberal: eso le gustaría a la clase media y a los medios. Pero no les gusta que el gobierno intervenga y diga que los trabajadores tienen que llegar al 50% de las ganancias. Eso los vuelve locos. El tema es cuando se vaya a votar descubramos que aparecen aquellos ciudadanos que escapan a la influencia de los medios. En Argentina nunca vimos una cosa igual. ¡Qué hace que Lanata se parezca a La Nación. En todo caso tendría que parecerse a Página/12!. No se puede decir que un periodista que gana $ 200 mil al mes es un periodista. En TELAM ganarás $ 2000, hay mucha diferencia. Hay un límite. La mirada es distinta. No hay que confundir al periodista clásico con el periodista empresario. Hoy el periodismo está hecho por medios que son empresas o por periodistas empresarios. Si hoy preguntás por los periodistas más influyentes te van a decir Santo Biasatti, Magdalena, Nelson Castro, Víctor Hugo, Lanata, Morales Solá, etc. ¿No son todos periodistas empresarios?. Esta es la relación que hay y por eso existe una oposición tan cerrada.

- ¿Qué puede cambiar con las elecciones del 28 de junio?

- Ojalá que la influencia de los medios sea menor de la que aparenta. El discurso mediático dice que el gobierno va a perder poder, tal vez no dice que pierde las elecciones, pero sí que va a perder las mayorías. Según esto implicaría más diálogo, evitaría la dictadura de un gobierno vertical. Pero esto es como una reunión de consorcio donde todos se juntan para decidir de qué color se van a pintar las paredes y termina predominando el beige, la nada.