miércoles, 18 de abril de 2012

El reclamo que no cesa


El reclamo que no cesa

Por Lautaro González

editor@revista2016.com.ar


“(…) Aprendí que la derrota es un concepto que se corresponde con la lógica o la semántica, pero que no se concibe en un espíritu libre. Aprendí que el vencedor no siempre es aquel que empuña el arma contra el desarmado cuando este lo supera en templanza y coraje. Comprendí también que la dignidad no puede ser acallada y que por el contrario, es una condición con la cual se debe vivir y que se manifiesta siempre en las acciones de los hombres de honor; a veces cantando; otras veces rugiendo”.

Lic. Roque A. Cundari, ex -combatiente.


Luego del proceso político que desembocó en la Revolución de Mayo y la Independencia de 1816, Argentina realizó innumerables peticiones internacionales por el derecho a las islas. La vía diplomática, a excepción de 1982, siempre fue la estrategia nacional frente al atropello pirata y desenfrenado de las potencias imperialistas que ocuparon alternadamente las tierras.


El debate acerca del descubrimiento de las Islas Malvinas queda relegado a un segundo plano si se calcula la cantidad de conflictos tanto bélicos como diplomáticos que se suscitaron principalmente entre España, Francia, Holanda, el Reino Unido y Argentina a lo largo de la historia.

El reclamo nacional ya no se ampara únicamente en los derechos geográficos, sino desde el firme convencimiento por derrotar la política exterior del Reino Unido, de carácter colonial e imperialista. Inglaterra, incapaz de solucionar la crisis económica por la que atraviesa desde 2008, busca en el conflicto por las islas saldar las cuentas que tiene por rendir frente a su propio pueblo. Recordemos que desde aquel año pequeñas y medianas industrias de manufacturación despidieron personal como consecuencia de los problemas financieros internacionales. Por algo los jóvenes ingleses hablan de la generación “No Futuro”. Como toda potencia mundial, frente a la incertidumbre social interna, la militarización de sus colonias aparece como el remedio justo para mitigar el inconformismo y la rebelión. Más si existe petróleo y agua de por medio.


De la tragedia a la farsa


“Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y otra vez, como farsa”, afirma Karl Marx en su libro El 18 de Brumario de Luis Bonaparte. En el caso Malvinas, Argentina e Inglaterra protagonizaron en 1982 una de los hechos más lamentables del siglo XX al entrar en conflicto bélico por la pertenencia de las islas. Como se sabe, la dictadura que gobernaba al país desde 1976 llevó a una generación de jóvenes al suicidio: sin preparación militar suficiente, mal alimentados y con escasos recursos en su poder de fuego, la toma de las islas duró 74 días. De los 649 soldados argentinos que perdieron la vida, 256 fueron jóvenes conscriptos utilizados como carne de cañón.

Una vez más el pueblo argentino terminó bajo los engaños del elixir que escondía el whisky del entonces presidente de facto Galtieri. La tragedia que padecieron los conscriptos argentinos fue múltiple: sus jefes fueron dictadores que los torturaban en pleno campo de batalla, obligándolos a pasar días y noches metidos en las trincheras llenas de agua helada. Empujados por el hambre, salían a robar las ovejas de los kelpers. Así se enfrentaron a los castigos de los oficiales, que mandaban a “estaquear” a los que cometían estos “delitos”. Mientras, en las escuelas e iglesias de todo el país el pueblo recolectaba bolsas de arroz y leche en polvo, que a causa de la desidia y la corrupción nunca llegaron a destino.

Además tuvieron que enfrentarse a un enemigo que llevaba en sus primeras filas a los gurkhas, una elite militar especializada de Nepal que servía al ejército británico. Aunque Inglaterra negó durante mucho tiempo la participación de estos mercenarios en el conflicto por Malvinas, existen numerosos testimonios que dan cuenta de ello.

Desde el final de la contienda, más de 300 combatientes se quitaron la vida. La mayoría lo hizo entre los meses de marzo y junio, precisamente cuando la frecuencia de los recuerdos de la guerra se torna ensordecedora.

Por su parte, Margaret Thatcher, La Dama de Hierro, que ejerció como primera ministra del Reino Unido desde 1979 a 1990, aprovechó su administración conservadora para abolir el poder de los sindicatos y despotricar contra la Unión Soviética. El conflicto por Malvinas le valió la recuperación de su prestigio, hasta entonces bastante deteriorado, a raíz de la recesión y el alto desempleo que predominaba en el Reino Unido. La victoria en las islas le permitió ser reelecta en 1983.


Argentina frente a las contradicciones del imperialismo


Existen argumentos amparados por el derecho divino (bulas papales) que establecen que el territorio que comprende a las Malvinas le corresponde a España. Si bien Inglaterra a lo largo de la historia acató esta orden, las pujas con Francia y España no cesaron a lo largo del siglo XIX. Recordemos que tanto España como Francia e Inglaterra abandonaron las tierras en varias oportunidades. A partir de 1833, luego de la invasión británica a las islas, se estableció entre las naciones en conflicto (España, Francia, Argentina e Inglaterra) un patrón de argumentaciones diplomáticas que se extenderá casi sin variaciones hasta el siglo XXI.

Así, el 17 de junio de ese año Manuel Moreno, enviado argentino ante el gobierno del Reino Unido, presentó la protesta formal en un largo documento escrito en inglés y en francés. La Protesta, como generalmente se conoce al texto, argumentaba que ante el cese de la soberanía española sobre las islas debido a la independencia de sus territorios en América, las Provincias Unidas del Río de la Plata, como nueva nación independiente y reconocida por Gran Bretaña y otros estados, la sucedería en los derechos de jurisdicción de los mares del sur. De esta forma Gran Bretaña quedaba excluida del asunto, y no tenía derecho a reclamo alguno.

La respuesta británica llegó seis meses más tarde. En una carta de Lord Palmerston, el gobierno británico reiteraba la no extinción de los derechos anglosajones sobre las islas, fundamentados en el restablecimiento del asentamiento de Port Egmont en 1771. Alegaba que el posterior abandono de la base se había debido a cuestiones "de austeridad" y no de renunciamiento, como "atestiguaba" la placa de plomo oportunamente fijada por los marinos ingleses al retirarse. El gobierno argentino calificó la respuesta de Palmerston como insatisfactoria, por lo que Moreno volvió a protestar el 29 de diciembre, sin obtener respuesta alguna.

Es importante destacar que durante todo este período la Argentina trató de ejercer soberanía sobre las islas, al mismo tiempo que organizaba su vida política. Argentina reclamaba como propio un territorio cuya situación aún no se había resuelto plenamente. Gran Bretaña y España se habían enfrentado por las islas en el siglo anterior, aunque la primera no consideró que valieran una guerra. Con la desaparición de España de la escena y su reemplazo por un Estado en formación, y por lo tanto frágil, Gran Bretaña, amparada por Estados Unidos, reclamó nuevamente el territorio sin arriesgarse a un enfrentamiento serio. Así volvió a ocupar las islas en 1833. Dos años más tarde Argentina volvió a reclamar a los ingleses la soberanía de las islas, aunque Gran Bretaña se negó.


Petróleo, agua y militarización inglesa en Malvinas


Hacia 1973, luego de intensas negociaciones entre las partes, el gobierno argentino pidió que no se explote el suelo que por derecho, ante todo geográfico, le corresponde.

Tras el conflicto de 1982 y los intentos argentinos por discutir nuevamente la soberanía, Inglaterra comenzó a militarizar la zona de las islas en este último tiempo. Tal vez por el incipiente descubrimiento de petróleo, tal vez como ubicación militar estratégica para la apropiación del agua, o simplemente para “proteger” al príncipe Williams. Lo cierto es que Inglaterra desde hace unos meses ha reforzado la zona de Malvinas con el argumento de un posible ataque argentino a las islas. Solo resta declarar que Argentina cuenta con armas de “destrucción masiva”, las excusas imperialistas son siempre las mismas.

Lo cierto es que a partir del 7 de febrero de este año, 30 años después de la aceptación argentina de la ocupación británica de las Islas (sellada en 1982), la Presidenta Cristina Fernández impulsa a través del canciller argentino Héctor Timerman una protesta ante la ONU.

El reclamo se origina al ver que Londres realiza varios movimientos militares, entre ellos el envío de un moderno destructor a las Islas Malvinas, que según el gobierno argentino “implica un grave riesgo para la seguridad internacional”. Este es un reclamo avalado por el conjunto de la sociedad argentina y latinoamericana. Malvinas se ha transformado en una causa latinoamericana", señaló la mandataria.

El secretario general de la ONU, Ban ki-Moon, junto a la Asamblea General y el Consejo de Seguridad de dicho organismo, apoyan el diálogo. Resta el aval de Gran Bretaña, aunque para que este último se expida a favor del diálogo tendrá que haber resuelto antes sus conflictos sociales, la crisis interna, y dejar de ser un país con afanes colonizadores y prepotencia imperialista. Muchas peras para pedirle al olmo.


Publicado en Revista 2016, abril de 2012